“¡Vamos! ¡No hay tiempo!”
El ciclomotor aceleró por la calle, llevando dos jóvenes y carga tan preciosa.
Rico, el conductor, mordió su labio. “No puede ir más rápido, Nacho, es re imposible,” llamó a su compañero.
Nacho olió la caja en frustración. “Nada es imposible, Rico. Dices que no puede pasar, ¡pero tú y yo sabemos que tiene que pasar! ¡Es necesario que pase, es nuestro obligación!”
Rico paró el ciclomotor con un chillido. “¿Qué es este trabajo a tí, un religión?”
“Posible. Ahorita, ¡vamos!”
Dos minutos luegos, Nacho corrió a la casa y sonó el timbre. Alguien la abrió. “¿Sí?”
Nacho aguantó la caja. “Buenas noches, señor. ¡Aquí está ud.!”
“Lo siento, pero está un minuto tarde. Esta es gratis, ¿sí?”
Su cara cayó. “Sí señor, tenga buena noche señor.” Volvió tristamente al ciclomotor. “Salimos mal en la vida. Dicimos Pizza por Paco, pizza en menos de trienta minutos, la entregamos un minuto tarde, y salimos mal en la vida.”
Rico se encoje los hombros. “Creo que viviramos, compa. Creo que viviramos.”