[a.q.n.t.n.a. 2]
La sombra y yo hicimos un tipo de tango atrasado a través de los callejones, ella navigándome por mi boca cubierto. No me atreví de tratar y escapar, hasta preguntarle adonde íbamos. Probablamente me diría “todo en buen tiempo,” o algo así, o veí esa naraja por más tiempo que prefería, y probablamente acentado con rojo esta tiempo.
Después de sintió como siempre, venimos a un puerto viejo. La sombra lo empujó abierto, revelando un hoyo umbroso.
“Ven por las escaleras,” me instruyó. Vale, Rey de Mysterio, a mí no me importa que me mandas. Vacilé. “¡Ven!” me siseó. Me empujó en la espalda. De mala gana, me deslicé a través la oscuridad.
No pude ver, pero pude sentir la presencia de la sombra; practicalmente respiraba en me cuello. No es agradable, permita que decírtelo.
Cuando alcanzábamos el fin, puso su mano en mi hombro. Traté de no me estremecé. “¡Camaradas!” la sombra llamó a la oscuridad. “Tengo lo que necesitamos!”
“¿Camaradas?” pensé con rencor. ¿Dónde estamos, la Unión Soviética?