Laura en la mañana
Mauro despierta y ve a Laura en la ventana, sus pies recogidos sobre el taburete y sus brazos sobre los vidrios. Laura no hace ningún gesto mientras Mauro se alista desordenadamente por la habitación, pero cuando abre la puerta se levanta y camina dos pasos tras él, como siempre.
En la cocina sus padres están tomando desayuno, su padre nunca fue capaz de verla pero su madre la vio hasta el día que Mauro pudo.
Su prima Rosa está sentada con ellos. Mauro la vio en cuanto abrió la puerta de la cocina y Laura posó uno de sus dedos gélidos sobre su nuca.
El muchacho comenzó a respirar frío sin poder moverse, mientras Rosa le hablaba por enésima vez de psicólogos y terapias. Su madre lo veía con ojos comprensivos y una expresión de compasión.
Cuando Rosa se fue, Laura dejó de tocarlo y de hacer una expresión monstruosa, así que volvió a sentirse en calma. Viendo el rostro pálido de Laura mientras miraba a su madre, Mauro pensó: “Los fantasmas no son tan malos, mientras alguien no trate de negar que existen.”