Cada mañana abrir los ojos es pesado. Antes era mejor, cuando no había bebés que la despertaran y la hicieran bajar de la cama en medio de la noche, o cuando ella tenía tiempo de salir a caminar a su lado, sin hablar, solo mirando las cosas a su alrededor.
Antes era todo más cómodo, la falta de sueño y atención no eran un problema, ella dejaba de dárselo y entonces lo obtenía de alguien más, ahora estaba todo demasiado concentrado en los bebés como para siquiera recordarla a ella.
No era tan joven tampoco, no podía salir y caminar sola por la cuadra; bueno, nunca lo había hecho sola si debía admitirlo, le daba pánico perderse. El otro día lo intentó, pero cuando se dio cuenta que nadie la seguía regresó triste a casa, a esperar a que alguien tuviera tiempo de abrirle la puerta.
Pero cuando ella se asomó, bebé en brazos y todo, y la vio fuera, dejó al bebé al lado de su madre y corrió a levantarla y acariciarla toda, como antaño. Y por un breve instante, movió la cola con alegría, ella todavía la quería.